29 diciembre, 2013

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA Mateo 2, 13-15ss

París. Estación del Norte

SOPORTAR LA MUDANZA

-¿Qué es la playa?, le pregunté a un niño de ocho años hace más de cuarenta.

-Es el sitio donde descansa el mar, me respondió titubeando.

Pero los creyentes, desde que a Abraham le pidió Dios que saliera de Ur en busca de la Tierra Prometida, no tenemos descanso. Nacemos y ya toda la vida es un exilio, una permanente huída, una vajilla entera de vasos que se quiebran.   Hoy lo vemos claramente en san José: "toma al Niño y a su Madre y vete a Egipto... vuelve a hacer el equipaje con ellos y regresa". La Sagrada Familia de permanente mudanza. El ser humano siempre con sus maletas a cuestas.

Las familias de hoy también tienen que mudarse, ir de un sitio para otro por cuestiones políticas o buscando mejores circunstancias. Salir de la tierra de uno, por más que pueda ser mejor aquella a la que vamos, supone un dolor pequeño de aguja que dura toda la vida, una nostalgia que llega de pronto, por las tardes, a robarnos la luz de los primeros horizontes. Y lo mismo sucede cuando hemos de cambiar por dentro: dejar atrás el tibio desgarro de la rutina, vaciar los contenidos del amor en la copa de los otros que van llegando, trocar pecado por virtudes; encontrarse de pronto con que los hijos han crecido y hablan ya de otra manera y piden cosas y duermen en sombras que  nunca nosotros conocimos...

Mudanzas en la Sagrada Familia y mudanzas en las familias que no son tan sagradas. ¿Cómo soportaron ellos tanto ir y venir, tanta inseguridad en los trabajos y en el desarrollo de sus destinos?.  

La fe en Dios que mantuvieron inquebrantable los esposos  fue siempre la fuerza en su debilidad, la energía en su tribulación: Sólo  la mano de Dios  es capaz de alisar en las maletas las arrugas de tanto viaje. Y un amor labrado a base de esperanza, respeto, comprensión y misterio. Sin esta doble riqueza será más costoso llegar a la última estación donde se acaba el recorrido y en la que únicamente se nos permitirá una bolsa de viaje con en llanto en los pañuelos de todas las despedidas.

21 diciembre, 2013

DOMINGO IV de ADVIENTO. Mateo 1, 18-24

EL TURNO DE SAN JOSÉ


Lleno de silencio, mansedumbre y  sueños, camina el patriarca por las páginas del nuevo testamento instruyéndonos en la superación de una difícil manera de vivir, en que algún día se cumpliera la promesa de su vida soñada. 

Ser esposo sin abrazar la dulce carne de María. Ser padre de un Hijo que no era suyo. Ser hombre y, humanamente, no tener destino. Con este triple dolor se fue José a la cama decidido a comenzar de  nuevo, lejos de esta tela de araña indescifrable que había trastornado de pronto sus ilusiones. Dios, sin embargo, ocupó su noche como un mendigo y le pidió que desistiera de su empeño, que no abandonase a María y que fuera el cabeza de familia de una Familia donde todo habría de ser sorprendente, donde el latido de cada corazón eran alientos de paraíso.  Y el amor, mientras, su amor humano temblando en las ramas de la duda, como pañuelo mojado expuesto al viento... Algún torrente de voz debió escuchar en esa madrugada; una cuchilla de luz, acaso, una mano blanda debió sujetarle para siempre los deseos. El caso es que el esposo de la Virgen se acostó como un muchacho y amaneció como un hombre.

Hoy, en este cuarto domingo de adviento, yo le miro como el que se pone delante de un espejo y se ve desfigurado. A él, Dios le pidió fidelidad y supo morirse sin la boca besada: acompañó con elegancia el Misterio sin preguntar adónde iba; amó como los ángeles, sin levantar las alas porque ese fue el precio de su historia. Cuando el sacrificio redunda en salvación, merece la pena cumplirlo. Otros, aún sabiendo el provecho de la misma entrega, seguimos con las alas mojadas... Dios un día nos hará soñar con Él y dejarán de tener sentido otros desvelos, poseeremos la voluntad como aquellos israelitas alcanzaron la tierra prometida.

14 diciembre, 2013

DOMINGO III de ADVIENTO y Fiesta de san Juan de la Cruz. Mateo 11, 2-11


SAN JUAN BAUTISTA -SAN JUAN DE LA CRUZ 
Desde la luz de su cielo deben haber sonreído al verse coincidir en la liturgia de este domingo tercero del Adviento.  Dos Juanes. Dos hechuras de amor entrelazadas. Dos hombres nacidos; uno, para anunciar la Palabra; el otro, para que aprendamos a pronunciarla. Dos mártires degollados por parecida incomprensión. Uno, el más grande parido de mujer. El otro, el más grande que alumbrara la familia del Carmelo.  Dos fuegos. Dos anuncios de Navidad a un mundo  que aguarda a Alguien que le permita, por fin, abandonar su locura. 

Hoy no voy a escribir más. No deseo más que invitarles a contemplar las claves de unos santos desmedidos que se llamaron Juan. Desear a la Orden del Carmen que continuemos juntos buscando la inmensidad de lo que fray Juan quiso decirnos, el desgarro de su corazón enamorado. Y que por siglos el convento de Úbeda siga asomándose al plateado vaivén de los olivos que se tocan desde las celdas, al nevado horizonte de Granada, donde el alma de fray Juan mantiene su conversación con la palabra roja de la Alhambra. Ay, frayJuan, ¿en qué tierra escondiste lo que aún no sabemos?

Y a la Iglesia toda el amparo, la cuna para que sigan naciendo hombres como ellos en la cumbre más alta de todas las llanuras.




07 diciembre, 2013

INMACULADA CONCEPCIÓN. II Domingo de Adviento. Génesis 3, 9-15 ; Lucas 1, 26-38

(Foto: Inmaculada. Pquia. San José de Estepona)

DAR LA CARA Y EL CORAZÓN DESOCUPADO

Es complicado detectar en qué consisten los pecados graves y cuando se convive con ellos sin apenas darse cuenta. ¡Hoy se prodiga tanta laxitud y tanta confusión!... La referencia de siempre a cómo vivir sin pecado la tenemos en la Virgen Santísima, en su decisión de no esconderse y en su disponibilidad para que se cumpla en Ella la voluntad de Dios.

En la cita del tercer capítulo del Génesis, Dios le habla a un Adán que se esconde porque se siente desnudo y sin conciencia:

- Fue la mujer que me diste por compañera  --se defiende-- la que me hizo pecar. 

Y cuando Eva emerge también de su escondite, del mismo modo se justifica:

-Ha sido la serpiente que me engañó...

En los seres humanos casi siempre le echamos la culpa a los demás de nuestros pecados. No a la propia cobardía ni a la ignorancia ni al despropósito, sino a la mediocre educación recibida, a las taras vividas en familia, a la poderosa  influencia de los amigos... La Virgen no tiene motivos para esconderse  detrás de la hoja de parra. A nadie puede echarle la culpa de una culpa que no tiene. Está desposada. Quiere a un hombre de la familia de David. Todo está a punto para las bodas y para los vinos. Para que se cumpla el amor todo está a punto, pero Dios la llama y Ella cambia su corazón ocupado en corazón disponible. José, mientras, aprieta sus manos en la vara de la que sólo brotan azucenas.

El corazón.

Sólo puede ofrecerse cuando está desalquilado, libre de historias y de muebles, embellecido y limpio, transparente para que el Espíritu-Dios-Esposo vaya adornando de divinidad y gracias las paredes nuevas, abiertas para otros colores, enjoyadas en cal... Los nombres y las lámparas que hasta ahora vivían en el corazón y en la casa, no es que estorben sino que ocupan un lugar menor hasta que también Dios las recree en su importancia. José, el novio, el que viene del tronco de David, escucha y mira, y no se explica de dónde ha venido la lluvia que ha puesto en sus ojos tantas lágrimas.