26 octubre, 2013

DOMINGO XXX del TIEMPO ORDINARIO. II Timoteo 4, 6-8ss ; Lucas 18, 9-14

En oración

ACTITUDES Y RELACIONES

Siglos llevamos hablando de oración, de sus formas y momentos, de que si es preferible la de alabanza o la intercesión, la personal o la comunitaria. Santos y más santos han definido la oración desde la experiencia al borde de su llanto y de su gozo. Yo entiendo que orar es un exilio, la sirena de un barco que se escucha a lo lejos, el extravío de una emoción, una llama que no se sabe bien si si es placidez o incendio... Todo eso, y más, es oración: el amor que baila sobre el aire del mundo como una flor loca que aguardara maceta y destino. Por humilde experiencia sé que orar es salir de uno mismo buscando monedas y abrazos y, apenas en los primeros instantes de la búsqueda, Dios nos sale al paso y nos encuentra. De cualquier forma, en el tiempo transcurrido desde que el hombre se decide a salir y Dios nos localiza, se suceden en el alma las batallas: He combatido bien mi combate, he mantenido la fe, nos escribe san Pablo en su segunda carta a Timoteo.

El Señor nos habla hoy desde san Lucas de dos hombres distintos, de dos orantes con actitudes bien diferenciadas; de un fariseo con espejo de mano que se coloca al principio del templo, y un publicano que no se atreve a levantar su cabeza porque no sabe si sus palabras son dignas de ser escuchadas. Dos maneras de relacionarse con Dios y dos con secuencias: el del espejo sale con su arrogancia sin justificar, y el humilde publicano descubre al salir que Alguien le ha llenado el pecho de palabras y besos, como vencedor que no lo ha pretendido.

Para hablar con el Señor, quizá no haga falta más que mirarle (no os pido más que le miréis, insiste santa Teresa a sus monjas). Porque de esa manera saldrá, necesariamente, una lágrima precisa en la que el amor navega sin batallas.

Mirarle. Estar delante sin acosos, viendo cómo ruedan los silencios hasta la boca embelesada, hasta que los oídos detecten unas música nueva. Mirarle y que Él haga lo demás, derramando sus vinos.

20 octubre, 2013

DOMINGO XXIX del TIEMPO ORDINARIO. DOMIND. Éxodo 17, 8-13 ; Lucas 18 1-8

La Victoria de Samotracia


VICTORIA

Moisés pide a Josué en el libro del Éxodo que ataque a Amelec porque, mientras él tenga la vara de Dios alzada, nadie podrá arrebatarle la victoria. Así hasta el triunfo final con la vara de creer en lo más alto... Ah, si los creyentes creyéramos más nadie sería capaz de arrebatarnos el triunfo, no contra nadie, sino a favor de todos. Porque la Victoria de Dios no es otra cosa que el triunfo del bien para gozo de todos.

Fe + caridad = Misión, es el acertado lema de este domingo de Domund. Ya sabemos desde san Pablo que la fe entra por los sentidos, busca las rendijas del espíritu donde ensanchar su luz hasta que pueda llegar a las entrañas. Creer es asomarse a lo oscuro y adivinar la esperanza. Contagiar de horizontes a quienes tienen aún los ojos cerrados. Para que todo eso sea posible se precisan músculos y bocas, entregas infinitas y un amor que ni siquiera pueda detener el corazón de quien lo lleva. 

Welwood refiere que sólo se ama de verdad cuando se ve en el otro, no lo que es, sino lo que puede llegar a ser... Los misioneros aman así, festejando en los pueblos que han elegido para llevar a Cristo, la grandeza de lo que llegarán a ser cuando de verdad le conozcan. A propósito de esta actitud, Jorge Bucay relata un cuento que trataré de resumir:

Parece ser que un joven, deprimido por su poca valía, por la falta de aprecio entre los suyos, decide pedirle a un sabio que le ayude a resolver su tristeza. El sabio le responde que no tiene tiempo, pero que si se anima a echarle una mano en lo suyo terminará antes y entonces podrá ayudarle. Así fue como este hombre pone en el dedo del muchacho un anillo mientras le dice:

-Tengo necesidad de vender esta joya, ve al mercado y ofrécela,  pero que nadie se quede con ella si no te dan una moneda de oro.

De puesto en puesto el joven ofreció la mercancía pero nadie la daba lo que el sabio le había exigido para venderla. A lo sumo, una moneda de plata. Defraudado, volvió a su dueño sin el regalo de la venta. Pero fue capaz de decirle que tal vez no le habían dado más porque la pieza no estaba tasada: sería conveniente llevarla a un experto y que él decidiera el precio para luego intentar venderla con una referencia indicativa. El sabio lo vio bien y le advirtió al muchacho:

-Pero no vendas el anillo ahora, te den lo que te den.

Cuando el especialista tuvo el anillo en su mano lo tasó entre treinta y cincuenta monedas de oro. El joven no podía creerlo y fue de inmediato al sabio para comunicarle la buena noticia aunque, como él le había pedido, por nada del mundo la hubiese vendido. El dueño de la joya, con el anillo en la mano, le enseñó:

-Este es justamente tu problema. Nadie te valora lo suficiente, ni tú mismo, porque no sois especialistas. Si de verdad lo fuerais, descubrirías lo incalculable de tu valor. 

...Sólo Dios nos conoce. Y los misioneros, desde esa fe, aprecian la categoría de lo que anuncian y la maravilla de los seres humanos a quienes se la entregan.





12 octubre, 2013

DOMINGO XXVIII del TIEMPO ORDINARIO. Lucaas 17, 11-19

Frase de San Juan de la Cruz


LOS AGRADECIDOS

Con frecuencia, algunos evangelios inician los relatos de Jesús recordándonos que camina hacia Jerusalén: el sitio sagrado de su cima salvadora. Pero hasta que llega, va derramando gracias por el camino, revistiendo el paisaje de salud y de hermosuras. 

Este diez por ciento de los leprosos agradecidos, sanados en su carne podrida, nos permite mirar la vida de hoy con un cierto desconsuelo, como capitanes de batallas perdidas... En un psiquiátrico de Buenos Aires, adonde me pidieron que fuera para ver si yo era capaz de enhebrar conversación con uno de los enfermos de muy querida familia, aquel muchachón de brazos largos y menguada locura, sólo pronunciaba nombres y más nombres que se asomaban a sus labios, enzarzados en  diferentes sonrisas. Al terminar, sus padres creyeron que nuevamente había sido en vano el intento y nos fuimos solos a tomar un café esperando a ver cómo la luna rodaba por Callao.  Pero yo al día siguiente fui sin nadie por si era capaz de  averiguar el por qué de tantos nombres sin destino. Una enfermera conocida, casi en secreto, me supo responder:

-Son las personas de las que se siente agradecido y que él, al principio de venir aquí, cuando aún reconocía, me fue señalando una por una.

La memoria debe ser algo así como un pozo donde nunca se ahogan las buenas presencias, donde no se rompen los regalos de esa continua infancia que es vivir. Los cuerdos de este mundo deberíamos repetir continuamente los nombres de los que nos ayudaron a limpiar la lepra de la ignorancia, del mal carácter, de la desconfianza o de la soledad; la lepra, cada vez más en disimulo, del pecado. 

Yo le agradezco a Dios hoy que me haya dejado tantas bondades, tantas cajas sorpresas por abrir: familia, amigos, maestros... Y a la querida Orden del Carmelo, los árboles inmensos de santa Teresa y de fray Juan, de cuyos frutos me alimento, como niño caprichoso que no desea comer otras cosa. 

05 octubre, 2013

DOMINGO XXVII del TIEMPO ORDINARIO. Habacuc 1, 2-3ss ; Lucas 17, 5-10

Curiosidades de la luz

LOS MÉRITOS DE LA FE


Los apóstoles, conociendo las oscuridades del creer, piden a Jesús que les abra el conocimiento del alma, tan imposible de llevar a la razón. Los apóstoles piden a Jesús más fe, en definitiva le están pidiendo más oscuridad para comenzar el día a día con un poco de luz. La fe no es más que eso: una sombra y un candil continuos frente a los muchos resplandores que van y vienen sin fijación ni destino.

Creer en Jesucristo es experimentar a Jesucristo. En el libro de la Subida advierte san Juan de la Cruz que conviene al alma mucho no querer entender cosas claras acerca de la fe, para conservar puro y entero el mérito de ella. Porque los méritos de la fe se sostienen en el abandono de Aquel a quien hemos visto pasar con el ropaje en llamas y nos apretó para siempre con su mano y su mirada. Después de haberle visto, ya no habrá en nosotros sosiego verdadero hasta que podamos volver a los principios.

Álvaro Mutis me ha acompañado estos días con su palabra dormida y descansada. Cuenta el poeta que en otros tiempos él conducía un tren lento que atravesaba montañas y bosques de eucaliptos. Cambiaba la locomotora de color según los entreveros de la luz que le llegaba y el sonido de la máquina componía melodías diferentes según la espesura o la cercanía de los árboles. Mutis se quejó en el libro de que con la madera de aquellos eucaliptos no se hubieran fabricado más violines... Así el Señor, entre densidades y cercanías, va dejando en nosotros músicas que a veces nos parecen soledades; luces, que se nos antojan reflejos de una verdad inalcanzable.

Al fin, creer es como amar, que  tiene sus pasiones y sus desvelos, sus tiempos de locura y de cansancio. Pero a nadie que amara con delirio se le han de olvidar la sangre en la boca de los primeros besos, tanta fuerza en tan poca carne de labio. Y a ellos se volverá, tarde o temprano.

Señor, auméntanos la fe. No consientas que el soplo de la rutina agote las ascuas que Tú dejaste encendidas. No permitas que tu río de lava se apague en lo pequeño y redondo, en la lágrima azul de una fuente.