29 diciembre, 2012

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA. Eclesiático 3,2-6ss ; Lucas 2, 41-52

CIGÜEÑAS

De siempre me fascinaron las cigüeñas por su torpe elegancia al posarse en los  altos campanarios, por la fidelidad a sus nidos, por sus vuelos incansables buscando el acomodo de la temperaturas.

Cerca de Madrid han encontrado muerta a una de ellas después de volar sesenta mil kilómetros, anillada por el amor a su pareja y a sus nidos. Ha muerto a los trece años, ellas que suelen vivir más de treinta, después de haber cumplido: en sus alas llevaba los abrazos del viento.

Me fascinan las cigüeñas, además, por su comprobada monogamia, porque conocen el tiempo en que han de partir y el camino que han de recorrer. Y porque mantienen la responsabilidad con sus crías hasta que se aseguran de la sustancia de sus vuelos...

Nunca mejor dicho aquello de que los tiempos cambian que es una barbaridad, pero el cambio en nuestras familias ¿ no nos habrá llevado a los fríos azules de perdidos inviernos?, ¿mejoramos con esos cambios la vida o las manos del tiempo nos ha robado la brújula y ahora no sabemos regresar?

El amor de las familias cristianas está fundamentado en la obediencia y en la responsabilidad. Nuestros hijos de hoy  suelen crecer ajenos a la obediencia de sus padres y creen haber encontrado la luz en la permisividad de sus equívocas libertades: una rama caída termina siendo su voluntad y, al volver las primeras esquinas, descubren que las cítaras de su alegría están colgadas de los árboles... Las cigüeñas, en cambio, calculan el tiempo de sus crías en los nidos y les animan a encontrar la madurez en los esfuerzos del vuelo...

Jesucristo, obediente a su Padre hasta la Cruz, nos muestra otra vez la importancia de los eslabones familiares, la grandeza de la atención a los mayores y la sabiduría del obedecer, que fortalece el amor de los padres con los hijos y sustenta los frutos esperados. Ese es el regalo que pedimos a las familias para el año nuevo. Ese es el regalo de la  noticia que les damos.

22 diciembre, 2012

IV DOMINGO de ADVIENTO. Miqueas 5,1-4 ; Salmo 79 ; Lucas 1,39-45

Las primas embarazadas

UN HIMNO A LO PEQUEÑO


Puede que lo verdaderamente grande sea invisible y en el pequeño Belén de cada tiempo sigan naciendo salvadores.  Este cuarto domingo de adviento sale al paso de la grandeza con un ramo de luces en la mano para cantar con Miqueas que Belén, el más insignificante de los pueblos, será la altísima torre donde descansen las palomas y los vientos, las necesidades y los sueños, donde el amor se divulgue como un secreto a voces. Desde Jesús, nadie en Belén puede ya dormir con los ojos cerrados.

Pequeña y humilde es la voz que clama en el salmo 79: Ven y restáuranos. Como porcelanas quebradas, nuestras vidas se han deshecho en mil pedazos. Aquellos entusiasmos de ayer, las  dulces promesas de fidelidad, la convicción de que nadie iba a apagar la eterna juventud de las ideas... casi todo se entristece hoy a los pies de los huracanes. Ven, Señor, y restaura a su primitiva inocencia los trocitos de ahora. Ven, Señor, y ofrece horizontes posibles, desde nosotros,  a los que no tienen trabajo, a los que el frío no les deja soñar en los portales, a los que no saben que la droga es una tristeza enmascarada.

Y más pequeño aún es Juan en el vientre de su madre. Oculto aún, pero saltando de alegría, nos invita a considerar que el creyente siempre será feliz desde las rutinas de verse, en la contemplación de las estrellas, con la sola visita de las familias. Por sentirse pequeña, el Espíritu de Dios hizo maravillas en María, como gracias al agua crece hasta el cielo la palmera.

También, en pequeños jardines solitarios nacen, para salvarnos un poco, los poemas.

15 diciembre, 2012

DOMINGO III de ADVIENTO. Filipenses 4,4-7 ; Lucas 3, 3-18

Gafas de María Zambrano. Museo Vélez


A OSCURAS


Además de la alegría que hoy nos reclama san Pablo como preparación a la Navidad, la figura imponente de san Juan de la Cruz recorre diciembre con su noche oscura y su esperanza. En la noche, él salió con ansias en busca de la luz. Y en el Espíritu de Jesucristo la encontró.

Los tres estamentos sociales que nos presenta el evangelio de san Lucas en este tercer domingo de adviento, están a oscuras y sin saber qué hacer. En la noche y, al parecer, también con ansias preguntaban al Bautista:

-Y nosotros, qué hacemos. 

Para todos hubo una respuesta diferente, aunque al final pudiera parecer la misma:

A la muchedumbre, que comparta el alimento y las túnicas, que se abrigue y se alimente viendo cómo los pobres cubren su necesidad.

A los publicanos, que no cobre más de lo que debe

A los militares, que no se aprovechen de su poder abusando de los demás o denunciándoles en falso.

Como nosotros, todos necesitan  la fe para llevar la mano a sus conciencias y sacarlas luego enjugadas en la luz, comprometidas con el amor. Manos extendidamente navideñas. Sólo se acierta en la vida cuando la llama de la fe nos lleva por los nublados caminos de cada día.

-Y nosotros, qué podemos hacer.

Primero, preguntarlo con ansias, que luego el Niño nos lo irá diciendo desde la cuna.

09 diciembre, 2012

DOMINGO II de ADVIENTO. Barruc 5,1-9 ; Lucas 3,1-6

S.Juan de la Cruz. CC.DD. Cádiz

LA SOLEDAD SONORA

Gracias a la liturgia, Adviento trae una salpicadura de semillas que dejan nuestro corazón sembrado de ejemplos y proyectos: La Inmaculada, con su limpia ternura disponible; San Juan Bautista, pleno de anuncios y firmezas; y la cautiva libertad de San Juan de la Cruz, extasiado y real, afilando  la presencia de Dios en su poema. Desde los tres, este segundo domingo de adviento reclama en nosotros identidad y esperanza con tres palabras clave: DESPOJO, CONVERSIÓN Y SOLEDAD.

Sólo el ángel pudo ver el rostro de la Virgen Santísima y comprobar el pálpito de su palabra ante el anuncio de que iba a ser la madre del Señor. Su despojo no fue sólo de cosas ni de tiempos ni de amores, sino de ella misma: aquí está la servidora... De su renuncia, se nos llenó la vida de abundancia.

San Juan Bautista fue prematuro en la alegría: ya desde el vientre de su madre supo distinguir la conmoción de una presencia y lo que se estaba jugando con nacer. Habló siempre claro, jugó a la carta de la verdad y ganó perdiendo la vida y la cabeza, pero su grito quedó en el desierto como una palmera indestructible: Convertíos.

Para convertirse es preciso escuchar la voz de dentro. Demasiadas angustias, continuas estridencias y ruidos, incertidumbres, comodidades y lamentos, atenazan el porvenir de la razón y el sentimiento en cada uno de nosotros como para que seamos capaces de buscar la soledad con sonidos de fray Juan. Para escuchar la voz de Dios es indispensable el silencio en que sólo puede entenderse la salvación que nos trae. Apetezcamos el descanso para navegar calladamente por los ríos interiores, donde siempre el paisaje es una invitación a nacer en Belén, a comenzar de nuevo.


01 diciembre, 2012

DOMINGO I de ADVIENTO. Tesalonicenses 3,12ss ; Lucas 21, 25ss

Las primas embarazadas

EN OBSEQUIO DE JESUCRISTO

ADVIENTO es la capacidad de descubrir, por las grietas del tiempo, la cercanía de Dios. Y, mientras no se escuche el grito de mirad que ya viene, permanecer activamente atentos a la espera de ver qué pasa y qué nos pasa. Y siempre, acercarse al modo de vivir, como en la Regla del Carmelo desde la carta paulina, EN Obsequio de Jesucristo, buscando lo que le agrada, como novia que se adorna, en la palabra y en el pecho, con los oros de la familia.

San Juan de la Cruz resume maravillosamente esta vigilia del adviento, y todas las esperas,  en cuatro versos irrenunciables para alcanzar la presencia Del Que Ya Viene:

Olvido de lo criado
Memoria del Criador
Atención a lo interior y
Estarse amando al Amado.

Olvidarse de lo criado es despojarse de aquello que no hace falta para vivir y puede hacerle falta a alguien... Si tienes pisos para alquilar, por ejemplo, abarata el precio de los alquileres... Antonio Gamoneda escribe que la única sabiduría es el olvido.

Con la memoria del Criador, llega la luz del agradecimiento por la vida que recibimos, por el derecho a compartir la abundancia que festejamos. 

El corazón no es una copa vacía, siempre está llena de líquidos y de pequeñas ruinas, de aspavientos y músicas, de inquietudes y remordimientos. El interior del hombre esconde hebras de fuego que es preciso encender cuando conviene.

Y estarse amando al Amado exige no ser nieve ni paredes blancas, sino manos heridas y ansias de ver que aún no ha llegado quien sólo puede colmar esta pasión que aún se vuelve más loca en la vejez. Si en nuestro mundo falta el apetito de Dios no habrá estanque que albergue tanto llanto... Porque la crisis no es más que la ausencia de aquel Amor palpable que embelesaba.