28 julio, 2012

DOMINGO XVII del TIEMPO ORDINARIO. IIReyes 4,42-44 ; Juan 6,1-15

La multiplicación de los panes y los peces. Simón de Vos
APETITO DE DIOS


La palabra pan siempre señala un hambre resuelta o una suficiente abundancia. Decir pan es decir hermano y mesa y entretenerse en mirar la carne rosada de los labios. Decir pan es recostarse en la yerba con los que escuchaban embelesadamente a Jesucristo y recordar la Última Cena y destruir la memoria que nos acerca a la traición y al beso. Pan.

Mi madre nos ha contado siempre que en la guerra mandaban a los hijos a la cola del pan en las panaderías y casi siempre, cuando le llegaba su turno, ya el pan se había acabado. Por eso en nuestra casa siempre ha habido una obsesión de pan, un desvelo de amaneceres y harina que se ha ido cumpliendo a medias con los sueños.

Pero yo sigo diciendo que Jesucristo no ha venido a eso. Aquella generosidad de panes y peces sobre la colina fue una elegancia de anfitrión: ¿qué podía hacer Él si habían venido sólo con lo puesto para escucharle?. Panes y peces para todos y que el recreo de estar juntos y satisfechos les ayude a hacer la digestión de sus palabras. Aquel milagro fue una puntualidad, una invitación de amigo que no entendieron la mayoría de sus seguidores porque, cuando reflexionaron sobre semejante solución, no deseaban otra cosa ya que hacerlo rey. 

La Iglesia tampoco es una ONG. Cáritas es ta sólo una mano grande que ha nacido en la entraña de la necesidad, una finura de hermanos que busca calladamente corregir las injusticias. Pero la Iglesia ha de provocar, sobre todo, el apetito de Dios, antes que los demás apetitos del hombre se apoderen de su libertad y, con tanta boca abierta, sea casi imposible encontrarle. San Juan de la Cruz se adelanta y nos avisa: como el que tira del carro cuesta arriba, camina a Dios el alma con apetitos... 

Porque el que tenga la suerte de llegar a Dios ya no sufrirá hambre de nada.

21 julio, 2012

DOMINGO XVI del TIEMPO ORDINARIO. Jeremías 23, 1-6 ; Marcos 6, 30-34

Casulla usada por S. Juan de la Cruz. Museo Úbeda
OVEJAS TRAICIONADAS

Lo que más duele es la traición. Que uno venga a la vida y se encuentre con que la vida no lo espera. Que el ser humano despierte y descubra que en el jardín de las rosas no hay rosas ni esperanza de haberlas.

Tratando de hacer un análisis pedagógico, creo que en nuestro mundo hay dos clases de pastores: los que deben cuidar, preferentemente, cuanto se relaciona con las necesidades corporales; y los pastores del alma, llamados a buscar pastos crecidos, tiernas praderas. Las ovejas, mientras, aguardan herramientas para su dignidad, no desean quedarse con los brazos cruzados a ver si llega de arriba una solución: reclaman alivios en su búsqueda, horizontes fiables. En definitiva, las ovejas requieren un trabajo que cubra sus necesidades y una Iglesia que les ayude a descubrir el escalofrío de Dios.

Si tornara Jesucristo al paisaje que san Marcos nos relata, volvería a encontrarse con un pueblo desfallecido, desorientado, sin pan apenas, y a una iglesia a la que acude sólo para que le den de comer porque no aparecen quienes les prometieron abundancia. El pan del alma es hoy, para muchos, menos urgente que el pan nuestro de cada día. Y se va a Cáritas 
porque se ve demasiado lejos la justicia.


En el inigualable poema de San Juan de la Cruz, un pastorcico, solo, está penado / ajeno de placer y de contento, / y en su pastora puesto el pensamiento, / y el pecho del amor muy lastimado / (...) mas llora por pensar que está olvidado / de su bella pastora... el pecho del amor muy lastimado, se percibe el llanto de las hogueras apagadas, el eco de un amor que no fue posible por un desdén irresponsable... Lo que más debe dolernos por estas circunstancias es que hoy se confíe más en los pastores del alma porque nos dan alimentos para el cuerpo. 

15 julio, 2012

DOMINGO XV del TIEMPO ORDINARIO. Amós 7, 12-15 ; Marcos 6,7-13

Gasa y silencio

NACIDOS PARA CAMBIAR

Los poetas, los santos, los profetas... son preferidos y amados según la pasión de quienes nos los presentan. El padre Criado llegaba a su clase de la facultad de Granada con su birrete de doctor y haciéndose acompañar por alumnos jesuítas que, en bandejas, llevaban los libros más preciados con las citas mejor investigadas sobre el profeta Amós. El padre Criado amaba a Amós con toda la hechura de su nervio hasta que al final de clase descansaba su palabra sobre el labio caído precisándonos que el profeta era un hombre rico que había dejado su abundancia para fustigar contra todos los que abusaban de los pobres degradándolos a la miseria mientras ellos se construían, con los dineros robados, casas de marfil para el verano. No habrá salvación para ellos.

En la historia de la Iglesia se ha hecho más hincapié en los pecados de la carne que en aquellos que condenan al ser humano a la indignidad por el egoísmo de los ambiciosos. Sólo el despojo de las dos túnicas y del dinero en la faja, que nos recuerda Jesús desde san Marcos, hará posible descubrir la música que suena, la verdad que tañe en el corazón del hombre.
Creo que fue Schakespeare quien escribió que únicamente puede ser feliz el que nada tiene, el que nada espera... porque esperar siempre duele... Dar, aguardando sólo el contento de sí mismo, que lo demás son hojas caídas en el tiempo, hermosura pisada.

Además, el padre Criado, como si tuviera de verdad un punzón en la mano describía que el buen cultivador de sicómoros es aquel que es capaz de acertar con una incisión en el higo silvestre para cambiarlo en higo dulce... Como si el cristiano no tuviese otra obligación que cambiar lo agrio de su cosecha en frutas deliciosas para los demás. Hemos nacido para eso. Dios aguarda.

07 julio, 2012

Domingo XIV del Tiempo Ordinario. Ezequiel 2, 2-5 ; Marcos 6, 1-6

Amaneciendo en Tiberíades

PROFETISMO Y DESCONFIANZA

A los profetas les asedian todos las perplejidades, todos los miedos y esa angustia continua de no haber cumplido con la inmensa tarea de hacer visible en el mundo la inocencia de Dios. Ezequiel mira hoy a su alrededor y no ve más que duras cabezas, desidias en el pueblo de integrarse en el compromiso divino de ser fuertes. La palabra de Dios lo anima, pero él busca en el horizonte algún signo de humanidad posible donde ejercer su oficio con alguna esperanza. Sin embargo, apenas si hay una sombra de árbol a lo lejos, seguramente sin ramas y sin pájaros. Le duelen de los suyos la indiferencia y los gritos...  En esa perspectiva tiene que predicar lo encomendado, ignorando si terminarán cortándole el aliento o la cabeza.

Parecida circunstancia vive hoy el profetismo de la Iglesia. Entre Ezequieles decaídos que no atinan a explicarse a sí mismos el fuego de creer y Ezequieles que salen todos los días a la calle de la aventura con el entusiasmo de una convicción que ninguna maldad o rutina puede detener.  Está en juego la Verdad y un Amor que sólo con la vida se demuestra. 

En el evangelio de Marcos, desconfiaban de Jesucristo sus paisanos diciéndose: ¿cómo puede ser éste hijo de Dios si ha jugado con nosotros en las calles, si es el hijo de José quien ahora proclama como nueva la doctrina vieja?.. Y se desconcertaban mirando hacia otro lado, como el quiere suavizar la quemadura.  Desconfiaban de Él y eso que era el Hombre cabal, el único Santo.

De nosotros, que conocen nuestros pecados y contradicciones, que no sólo hemos jugado con ellos en las plazas, sino que hemos perdido con ellos las ocasiones del buen ejemplo y el compromiso, ¿cómo no van a desconfiar?... A pesar de todo, hay una luz en la palabra que no es nuestra, una gracia en el sentimiento que edifica, un arrepentimiento sincero que ennoblece. Somos profetas aquí y ahora porque Dios lo quiere y nos lo pide: Él sabrá cómo y cuando se quedará definitivamente la mañana sobre el amado mar del Tiberíades.