27 noviembre, 2010

DOMINGO I de ADVIENTO. Isaías 2, 1-5 ; Romanos 13, 11-14 : Mateo 24, 37-44


Grecia. Meteora


ADVIENTO ES DESEAR

Son difíciles de esconder los deseos. Están en el fuergo de los ojos, en la prontitud de las manos, en las alas de la voluntad, en las prisas del corazón... Desear es adelantarse, vivir ya lo que está a punto de aparecer. Jesús, el Señor, llega siempre a la Eucaristía, pero viene con otro aire si se le desea.

Ah, cuánto deseaban aquellos judíos que apareciese en su historia y en su país, en sus familias y en sus esperanzas, el Hijo de la Libertad. Tenían sobradas razones para agrandar sus ansias. La primera, el cansancio de sufrir la vieja invasión del Imperio Romano con la exageración de sus impuestos, la veleidad de sus costumbres, la imposición de sus dioses... a un pueblo tan religioso como el hebreo, el elegido por Dios, quisieron cambiarle camino por vereda. Les habían descosido en el Imperio los bolsillos de su economía y, al mismo tiempo, quisieron desangrarle los bolsillos del alma.

La segunda razón es lo que anunciaban como inminente las Escrituras y por un pálpito inexplicable de ausencias que soportaban en el pecho como una advertencia continua. Igual que aguarda el centinela la aurora, los judíos esperaban el nacimiento del Mesías. asomándose al desencanto de su tristeza.

Adviento es desear.

Con padecimientos paralelos, los cristianos de hoy aguardamos la recompensa de la liberación. Puede que no con tanto deseo. Es posible que con menos sangre en la esperanza, pero de todas las maneras Él va a venir, ha venido ya, si se nos agrietaron los labios de llamarlo.

20 noviembre, 2010

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY. " Samuel 5,1-13 ; Lucas23, 35-43

(David. Museo de Avignón)
UN REY DE LOS PIES A LA CABEZA


Aquellos judíos querían ser como los demás pueblos y pidieron a Dios que les nombrase un rey con quien lucirse ante el mundo y desde el que consiguieran una salvadora unificación. Samuel ungió a Saúl que, en el ejercicio de su función, se fue volviendo loco, huraño, descreído, vengativo... Un muchacho rubio, con fama de músico y poeta, que luego fue también guerrero, le sucedió en el trono después de haberle sido fiel y haber buscado para Saúl las músicas mejores. Tanto David como su hijo Salomón fueron reyes dignos que el pueblo hebreo exhibe en su Historia como los prototipos del bien...Más tarde vinieron los emperadores de Roma, los reyes títere de Judea... pero, aunque los judíos conservaron en su mente la magnificencia de la realeza, estos reyes del tiempo de Jesús eran ya otra cosa y sufrían continuamente el miedo a desaparecer por no haber sido justos en sus responsabilidades.


Jesús, el Señor, a ninguno de estos reyes se asemeja. Él es un Rey de los pies a la cabeza porque es a los pies de los demás ante quienes se postra para servirles como siervo de amor, y porque usa con frecuencia los pies para escaparse cuando quieren hacerlo rey de panes y peces milagrosos a la falda del Tiberíades. Y en su cabeza de Rey crucificado habrá siempre una corona de espinas, instante eterno de entrega por el cual recibirán los siglos su salvación.


Tuvo miedo Pilatos y los sumos sacerdotes tuvieron miedo y el reyezuelo que mantenían para que saludara al pueblo desde los torreones. Tuvieron miedo porque no les había alcanzado la luz para entender que la corona de Jesús, el Señor, sólo podía buscarse en las orillas del débil, en el ancho plato de la pobreza.

13 noviembre, 2010

DOMINGO XXXIII del TIEMPO ORDINARIO. Miqueas 3,19 ; Tesalonicenses 3, 7-12 ; Lucas 21, 5-19

LA DESTRUCCIÓN O EL AMOR

Es el título de uno de los libros poéticos más profundos y proféticos de Vicente Aleixandre que, con toda justicia, enmarca en sus dos palabras clave lo que va a ocurrir con el mundo si no ejercitamos el amor a la manera evangélica. El profeta Miqueas corrobora lo que acabo de escribir: No quedará ni la rama ni la raíz de los que se enfrentan a Dios; no de aquellos que ignoran a Dios en su debilidad, sino de los que desafían su grandeza y su inmenso corazón de Padre volcado en Jesucristo. Miqueas cumplimenta su preciosa escritura con una frase decisiva: los que aman a Dios tendrán la salud en
las alas.

Y ¿qué se destruye en verdad o qué vacíos dejamos en el mundo sin amor?. En nuestra sociedad se intenta destruir los valores que han sido cimiento de una civilización que ha dado frutos inequívocos de paz, de justicia, de solidaridad... regalos edificados desde la comunión que ha permitido reconocernos como hermanos o en camino de fraternidad. Spencer escribía: Si es un deber respetar los derechos de los demás, es también un deber respetar los propios. Y nuestros derechos --lo escribía yo en mi última novela hablando de María Zambrano-- es que los gobiernos no favorezcan la religión, pero que tampoco la estorben. El Santo Padre lo acaba de decir en su último viaje entre nosotros: es agresiva e impropia la conducta de algunos gobiernos que se ensañan con lo más hermoso que nos ha dejado Cristo para el bien de todos: el entrañable amor en la verdad. De él y contra quienes no lo aprovechan nos habla San Lucas en el evangelio de hoy con un dolor escondido.



Colecta y oración para nuestra Iglesia Diocesana. Que siempre encontremos en ella el Pan de la Eucaristía, el Pan de la Palabra y el otro pan, tan necesario ahora, que ayuda a sobrevivir desde el signo de la comunión.

07 noviembre, 2010

DOMINGO XXXII del TIEMPO ORDINARIO



VIVIR DE OTRA MANERA

Aún conservan su fueguecillo los llantos y las misas celebradad por nuestros difuntos. Quedan rosas rojas y gladiolos y tulipanes blancos sobre los nichos limpios, sobre las memorias recordadas. Aún quedan grietas de dolor en los amores deshechos, cuando la liturgia nos presenta este domingo en labios de Jesús una clave para entender la resurrección ante la pregunta maliciosa de los saduceos que creían, más que en la resurrección, en fantasmas de castillos deshabitados o en espíritus que se habrían de presentar en una especie de pasarela de las envidias.

También en gran parte de nuestra cristiandad nos figuramos casi todo, menos que la otra vida será precisamente eso: otra. Y cualquier añadido o componenda no dejarán de ser lazos de imaginación que no podrán corresponderse con la realidad. Podemos creer, o soñar, que en la eternidad tendremos una especie de vida mejorada, una abundancia sin límites de lo que en esta vida carecimos. Jesucristo, oscuramente aclara: seréis como los ángeles...

Algo, sin embargo, podemos figurarnos que caracterizará al otro mundo. Esta vida nuestra de aquí se maneja por los apetitos: ambicionamos poseer, tener amores y proyectos cumplidos, deseos de triunfo y de gobierno, preocupación por la vejez y por los hijos... Cuando en el paraíso cesen del todo los apetitos no habrá necesidad de ir como mendigos en busca de lo que aquí dejamos. Todo será contemplación, recorridos de luz por el infinito rostro del Padre. Al haber salido de la materia y de la carne, instalados en la maravilla, no habrá más memoria que los ojos de Dios bañándonos en una dicha inacabable.