26 septiembre, 2009

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO. Número s 11,25ss: Marcos 9, 38ss



A DISTINGUIR ME PARO LAS VOCES DE LOS ECOS



...y escucho solamente entre las voces una. De nuevo acudimos a la infatigable cordura del poeta, en este domingo en el que la liturgia nos invita a descifrar los cantos de sirena, las palabras que nacen de corazones verdaderos o las otras, las muchas otras, que visten de trajes suntuosos los pensamientos vacíos.


Cuando Josué se dirige a la tienda de Moisés para acusar a Aldad y Medad de "estar protetizando", Moisés le responde sin titubeos: "Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta"... Y cuando Unamuno convoca, en tiempos de Primo de Rivera, a los jóvenes intelectuales de España como la mejor esperanza, les pide: Por Dios, liberad a España de la sandez.


Ojalá todos los cristianos, todo el pueblo del Señor, encabezados por la Iglesia, fuésemos profetas para levantar serenamente la palabra del Amor que nos lleva y reclamar para el mundo un consenso de Vida que pueda desarrollarse en el "ameno huerto deseado". Dios permita que de una vez para siempre se destierre la sandez de nuestro pueblo... Hoy, 26 de setiembre de 2009, se va a aprobar en el consejo de ministros la ley del aborto, un camuflaje de falsos derechos, un río de sangre que puede convertir en eriales las labradas vegas de los españoles, un desamor que regala fríos de muerte en los besos.
Siguiendo con don Antonio: "Por el olivar, por el olivar, se ve la lechuza volar y volar"...
Ojalá fuésemos todos profetas; no sólo los cristianos, sino cuantos creemos que un hijo no es un juguete que descalabro ni unas ojeras de sombra que le añado a la noche. Porque un hijo, además y sobre todo, es un paraíso que Dios espera para abrazarlo.







QUIEN HABLA SOLO, ESPERA HABLAR A DIOS UN DÍA





"Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y no es de los nuestros"...
En el Bautismo se nos confiere a todos la gracia de sentir que cualesquiera que pase junto a nosotros, no es un extraño, sino un hermano. Todos son "de los nuestros", aunque a veces no piensen como nosotros, ni sientan como nosotros, ni vean la vida desde los mismos "ojos deseados que tengo en las entrasñas dibujados".
"Quien habla solo espera hablar a Dios un día"... puede que necesitemos un poco más de soledad para hacer visible cuanto de cantos invisibles nos envuelven.
Todas las rosas son la misma rosa, amor, la única rosa, escribía Juan Ramón dichosamente. Como todas las criaturas somos la misma criatura enamorada que buscamos, acaso sin saberlo, el mismo pan a la misma mesa del amor dispuesto.
Pensemos de vez en cuando con el corazón procurando la vida y seremos en la misma esperanza escuchados.
Ayer descubrí a un niño de seis años, Antonio, de rodillas frente a la imagen de San Isidro que hay en nuestra comunidad. ¿De qué hablas con el santo?, le dije:
-Pido que no le falte trabajo a mi padre y que siempre tengamos alegría, me respondió... Ya que estamos, necesariamente he de terminar con el maestro:
Entonces, "sentí su voz de niño en mi oñido como una campana nueva".
Con sólo seis años, Antonio ya es de los nuestros.

19 septiembre, 2009

DOMINGO XXV del TIEMPO ORDINARIO. Sabiduría 2,12ss; Marcos 9,30-37





EL ESPEJO


Tanto el libro de la Sabiduría como la carta de Santiago nos recuerdan el barro de donde venimos y el horizonte hacia donde vamos. Entre el principio y el fin, el oso y el pájaro que somos, lucha cada uno por su alimento y por su territorio. En el recorrido, hemos de procurar al fin quien debe ser el vencedor.


Nada hay, dice el libro de la Sabiduría, que nos ofenda más que ver progresos en el otro, descubrir sus virtudes y méritos o el reconocimiento público de sus cualidades. Subiendo en el ascensor de mi casa, una señora me confesó que se ponía de espaldas al espejo porque no quería verse tan de cerca las arrugas... Están ahí, me dijo, pero no quiero verlas.


En el espejo de nuestras fuentes, como en el agua cordobesa de la fotografía, siempre hay desbordes , arrugas y naranjas. Pero las fuentes se limpian con el empeño de los trabajos, y podemos terminar pareciéndonos a los demás en la bondad de sus conquistas si, en el lugar de las envidias, colocamos los esfuerzos. Antes que ponerse de espaldas al espejo, es preferible mejorar con *determinadas determinaciones* las comodidades del alma.



LOS NIÑOS SON LO PRIMERO


Esa manera de entender la vida como importancia, es anterior aun a los apóstoles y permanecerá más allá de nuestro tiempo y de nosotros mismos. No terminamos de entender aquello que leí -o no sé si fue ocurrencia-- de que ser perecedero es estar ya pereciendo y, de algún modo, perecido. Ser el primero o el más importante en cualquier trabajo, en cualquier historia, es no haber descubierto con Séneca que cualquier altura puede ser despeñadero.

El que quiera ser más importante, debe ser el más servidor, porque la importancia no está en llamarse Ernesto --parodiando a Oscar Wilde--, sino en reconocerse hijo del bien y la humildad. En arrodillarse, sabiendo que en el otro vive Jesucristo. Cuánto mérito tienen aquellos que necesitan poco para ser ellos mismos. Los que no precisan adornos ni afeites, añadiduras o seguridades para sentirse en el mundo valorados. Porque los desajustes, refiere hoy Santiago en su carta, vienen de haber permitido que nos crezcan demasiado las ambiciones.

Jesús colocó a un niño en medio de la discusión y lo señaló, en su poquedad, como el más relevante, la bandera inocente donde hemos de poner los ojos para que a todos nos alcance la limpieza de esa luz. Una luz que, sin darle tiempo a nacer, quieren ahora las leyes apagar... Parecidamente, en estos días se ha escrito con acierto que nadie, por más votos que tenga, se puede arrogar el derecho de poner boca abajo la verdad y presentarla, con el mismo desparpajo, como si estuviera boca arriba.

Los niños. Los niños son lo primero. Y los niños son niños desde el principio. Debemos cuidarlos y educarlos con sabiduría y valores, porque muchas de las cicatrices que aún de mayores mantenemos son rayaduras de infancia, pájaros que se nos fueron.

13 septiembre, 2009

SAN JUAN DE LA CRUZ. EVOCACIÓN DE SU MUERTE








EVOCACIÓN DE LA MUERTE DE
SAN JUAN DE LA CRUZ


Himno: Dum crucem gestat…

FRAY JUAN: (A doña Ana de Peñalosa, en Segovia)

-Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo:

-Yo recibí aquí en la Peñuela el pliego de cartas que me trajo el criado. Tengo en mucho el cuidado. Mañana me voy a Úbeda a curar de unas calenturillas que, como ha más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan, paréceme habré menester ayuda de medicina. Pero con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa soledad me hallo muy bien…

-Ahora no me acuerdo más que escribir, y por amor de la calentura también o dejo, que bien me quisiera alargar.

De La Peñuela y setiembre de 1591


CRONISTA:

El 28 de setiembre de 1591, el padre fray Juan de la Cruz, enfermo de calenturas, con una pierna inflamada, sale de la Peñuela, camino de Úbeda.

Baja de Sierra Morena hacia la vega del Guadalimar.

El paisaje de su último viaje es ameno: pequeños montes poblados de arbustos, desnudos y altos cerros de forma cónica, pequeñas explanadas regadas por el río, vega silenciosa cargada de álamos y adelfas.

Al llegar al puente de Ariza, fray Juan se detiene a descansar. Está fatigado e inapetente. Ya hace dos o tres días que no puede comer. Al preguntarle el hermano que le acompaña si le apetece algo, dice fray Juan:


FRAY JUAN:

-Unos espárragos, si los hubiere.


CRONISTA:

El hermano busca afanosamente. Al cabo de un rato ve muy cerca, sobre una piedra del río, un manojo de espárragos trigueros. Fray Juan no se sorprende y ruega al hermano:


FRAY JUAN:

-Id y tomadlos. Y poned una piedra donde están, y sobre ella cuatro maravedís. Será de alguien, hermano, este manojo. Todo cuanto hay en la vida a alguien pertenece.


CRONISTA:

Y reanudan el viaje. El camino sube zigzagueante la loma izquierda del río, siempre hacia el sur. Son tres leguas de cuestecillas en curvas.

Fray Juan cierra los ojos y no ve en su vida más que ríos. El Zapardiel, con aquel monstruo salido del fango; el Segura, lleno de pecadillos de monja y soledades; ahora el Guadalimar, que empuja la lágrima de la despedida. Y antes de llegar a Úbeda, el Guadalquivir tuvo que avisarle que los barcos no saldrían para el Nuevo Mundo hasta que él no hubiese volado al Paraíso.

Cuando llegan a Úbeda, mientras el cocinero guisa los espárragos, que serán toda la cena del enfermo, el pobre fray Juan, por divertir a los religiosos, cuenta la anécdota del hallazgo quitándole importancia.

Los frailes, sin embargo, creen verdadera maravilla, ya que no es tiempo de espárragos.

En 1591, Úbeda es una ciudad importante, hermoseada con monumentos de piedra y filigrana, envuelta en su mejor historia de gentes entrañables. Fray Juan deseaba curarse de su mal allá donde nadie le conociese, pero es imposible conseguirlo en tales condiciones por la bondad de los ubetenses.


(Un reflexivo silencio)


CRONISTA:

Personas de profunda fe, como María de Molina, los doctores Villarreal y Robles, doña Clara de Benavides, don Cristóbal de la Higuera y otros muchos, se ofrecen incondicionalmente para todo lo que el enfermo necesite. Él, sin embargo, nada precisa. Tiene lo suficiente: una celda sencilla con una austera tarima para descansar y una gran cruz desnuda. Además, lo que nadie en el convento puede medir: unas alas crecidas.

A los pocos días de su llegada a Úbeda, fray Juan cae en la pobre tarima para no levantarse más: la enfermedad se declara en toda su fuerza. Se trata de una erisipela en el empeine del pie derecho que comenzó por un granillo, convertido ya en una inflamación virulenta que revienta en cinco llagas formando una cruz.

Fray Juan las contempla, no sólo resignado, sino hasta con cariño. Le recuerdan las cinco llagas de Jesús crucificado. La llaga del centro está precisamente en la parte donde debió estar el clavo en el pie de Cristo. Es la más grande y la que le da más devoción.

Fray Juan está viviendo sus propios versos. Él es ahora el pastorcito enamorado que se ofrece en silencio, porque ama al amado y goza de su Viento.


CANTO: POEMA DEL PASTORCICO


(Después de un brevísimo silencio, una religiosa desde la clausura y con buena voz debe casi declamar. Esto, siempre que la evocación se desarrolle en monasterios de carmelitas )


RELIGIOSA:
La única pena que tiene ahora fray Juan es la de no haber llegado todavía a lo más hondo del pecho. Levanta los ojos sólo para ver la desmesura del amor convertido en pastora y pensamiento. Y se crece Juan de la Cruz, achicándose en un arrullo de contemplación.


CRONISTA:
Las curas son frecuentes y dolorosas. El cirujano, Ambrosio de Villarreal, se ve obligado a sajar la pierna. Corta trocitos de carne, hurga entre los nervios, quemándole las heridas...

Mientras los asistentes se estremecen sólo de verlo, fray Juan, con las manos juntas delante del pecho como acostumbra para su oración, soporta con rostro alegre la terrible cura y dice al médico:


FRAY JUAN:

-¿Qué ha hecho vuestra merced, señor licenciado?


MÉDICO:

-Le he abierto el pie y me pregunta qué le he hecho.


FRAY JUAN:

-Si es menester cortar más, corte enhorabuena y hágase la voluntad de mi Señor Jesucristo.


CRONISTA:

El licenciado Villarreal está admirado de su entereza, de la dulce expresión con que resiste las curas, de la sencillez con que le habla, constantemente, de cosas espirituales. Y requiere vasijas para llenarse él también de misterio.

El cuerpo del enfermo se va convirtiendo en una pura llaga. Ya no son sólo las piernas las que están dañadas. Un nuevo tumor se ha abierto en la espalda. Las llagas son amplias, profundas, y supuran constantemente.

Todos se admiran del buen olor que emanan. Lo experimentan especialmente doña María de Molina y sus dos hijas, Catalina e Inés, que generosamente se han encargado de lavar las vendas y los paños con que le empapan. Ellas también han querido quedarse con el tesoro de su perfume.

Fray Juan ya no puede valerse por sí mismo. La debilidad y los dolores le impiden hasta cambiar de postura: al fin, un cambio de postura será la muerte. Para aliviarlo, cuelgan del techo de la celda una cuerda sobre la cama. Asido a ella puede moverse un poco. Pero él no se queja. Apenas habla. Sólo repite como si fuera una jaculatoria:


FRAY JUAN:

-Señor: más paciencia, más amor y más dolor. Cómo explicarles, Señor, a los que no son amantes, el sabor de estos vinos...


CRONISTA:

Es “la noche” de fray Juan. Oscura, pero siempre abierta a la luz, a la aurora de la mañana. Es la llamarada de sus llamas de amor viva que estrangulan con fuego dulce la escasa vida que le queda.


CANTO NOCHE OSCURA… En una noche oscura…


CRONISTA:

Desde la víspera de la Concepción de la Virgen, el siete de diciembre, se advierte en el enfermo un empeoramiento que denuncia, además, la subida de la fiebre.

El médico ve conveniente decir a fray Juan que se muere. Pero él solo no se atreve. Por fin, el padre Alonso se compromete a hacerlo, rogándole al doctor Villarreal que le acompañe.

Cuando los dos están ante la cama de paciente, refiere el padre Alonso:


P.ALONSO:

-Padre Juan, el señor licenciado dice que vuestra reverencia se va acabando. Póngase a bien con Dios…


CRONISTA:

…”Póngase a bien con Dios”. Sus frailes no han tenido manos para tomarle el pulso. No están preparados para abarcar tanta inocencia. Pero fray Juan junta las manos en su pecho y responde como si fuera un mendigo:


FRAY JUAN:

-¿Qué me muero?. ¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!


CRONISTA:

El día once, miércoles, pide el Viático, que recibe con pasión de enamorado. Le acompaña el hermano Diego, que casi no se separa de su lado. A modo de confidencia, fray Juan le habla:


FRAY JUAN:

-Me voy de este mundo…


CRONISTA:

El hermano Diego, emocionado, se pone de rodillas y le pide su bendición.

Fray Juan quiere excusarse, pero el enfermero le coge la mano y se la besa llorando, mientras le insiste en que le bendiga.

Fray Juan había oído a la Madre Teresa reclamar para sus carmelos lo divino y lo humano juntamente. Es ahora el hombre quien pregunta:


FRAY JUAN:

-Hermano Diego, ¿siente que yo me muera?

FRAY DIEGO:

-Sí, padre, pero me conformo con la voluntad de Dios.


FRAY JUAN:

-Conserve siempre esa disposición de ánimo en todas las cosas y Dios le bendecirá.


CRONISTA:

El padre Antonio Heredia, provincial y compañero de fray Juan en la primera fundación de Duruelo, con frecuencia acude a la cabecera del enfermo. Para consolarle, le dice en tales circunstancias:


P.ANTONIO:

-Padre Juan, anímese mucho. Tenga confianza en Dios y acuérdese de las obras que hicimos, y de los trabajos que padecimos en los principios de esta religión.


FRAY JUAN:

-No me diga eso, padre, dígame mis pecados.


CRONISTA:

Y se queda recogido, con los ojos cerrados, sin duda en oración, amando al Amado de su alma. Tal vez recuerde aquella mano que le salvó de ahogarse cuando niño y que ha de verla venir por el cuello de la noche abriéndose en caricias. No es hora de hablar, sino tiempo de reposo para que ningún viento quiebre la espesura del beso del Amado. Es tiempo de ver cómo rueda la luz por las esquinas del silencio.


(CANTO: Olvido de lo criado…)


CRONISTA:

Es prior de Úbeda el padre Francisco Crisóstomo, hombre de ciencia y buen predicador, pero de carácter agrio y destemplado, carente de condiciones de mando. Aún es joven para haber aprendido que mandar es una carga de obediencias, que sólo los virtuosos pueden ejercer sin ser notados.

Además, no es muy amigo de fray Juan. No sabe disimular su fastidio ante él. Manifiesta constantemente que le duelen los gastos que su enfermedad ocasiona al convento. Le molesta el interés, cada día más vivo y general, con que tantos vecinos de Úbeda se interesan por él… La envidia es una herida larga que suele sangrar en los conventos.

Con frecuencia, son los mismos religiosos los que han de lanzarse a la calle en busca de alimentos y medicinas, ya que el padre prior no lo atiende ni en lo estrictamente necesario. Un día, en la celda del enfermo, el hermano Francisco se lamenta de la dureza, incomprensión e injusticias del padre prior. Fray Juan le amonesta dulcemente:


FRAY JUAN:

-No se le dé en nada, hermano, encomiéndelo a Dios y tenga paciencia, que Él nos la dará.


CRONISTA:

Siempre encuentra una excusa `para el superior. Nadie le oye una queja contra él.


CRONISTA:

Llega el día trece.

Fray Juan siente que se acaba por momentos y dice al hermano Diego que llame al padre prior. Cuando lo tiene delante, le ruega:


FRAY JUAN:

-Perdone, padre, las molestias y los gastos que le haya ocasionado durante mi enfermedad.


CRONISTA:

El padre prior, avergonzado de su conducta, quiere excusarse:


P.PRIOR:

-Perdóneme también, padre Juan, lo mal que a veces le he atendido. Comprenda que se debe, en parte, a la pobreza de la comunidad. Por eso no le hemos podido dar todo cuanto hubiéramos deseado.


CRONISTA:
Fray Juan, que viene de escuchar las palabras de Dios, le profetiza:


FRAY JUAN:

-Padre prior, yo estoy contento y tengo más de lo que merezco. Y no se fatigue ni aflija que hoy esta casa sufra necesidad. Tenga confianza en Nuestro Señor, que tiempo ha de venir en que esta casa tenga lo que ha de menester.


CRONISTA:

Y continúa:


FRAY JUAN:

-Padre nuestro, allí está el hábito de la Virgen que he traído en uso. Yo soy pobre y no tengo con qué enterrarme. Por amor de Dios le suplico que me lo dé de limosna.


CRONISTA:

Y le pide la bendición. Y el prior sale de la celda llorando. La verdad siempre termina rompiendo los hilos de las costuras falsas. Nadie puede con la sencillez evangélica de fray Juan de la Cruz, que ha sabido cambiar sin palabras el ánimo de Francisco Crisóstomo hasta el punto de que el prior ya no quiere separarse del santo.

Varias veces le ven los religiosos de rodillas ante la cama de fray Juan. Y hasta le pide el breviario como recuerdo. Fray Juan le contesta:


FRAY JUAN:

-Yo no tengo cosa mía que darle. Todo es suyo, pues es mi prelado.


CRONISTA:

Recibido el Último Sacramento, que el mismo fray Juan había pedido, toma en sus manos un crucifijo y le besa los pies repetidas veces, exclamando versículos de la Sagrada Escritura.

Los religiosos le hablan y le preguntan. Pero fray Juan calla. No puede hablar. Sólo les dice con dulzura:


FRAY JUAN:

-Perdónenme. No les puedo responder. Me estoy consumiendo en dolores.


CRONISTA:

Y consumirse en dolores es, en cierto modo, transformarse. Transformarse en Dios. Y él mismo nos deja, para adivinarlo, un poema ardiendo.


(CANTO: Oh llama de amor viva…).


CRONISTA:

Desde las diez de la noche, pregunta fray Juan insistentemente qué hora es. Cuando le dicen que las diez, manda a los religiosos que le acompañan que se retiren a descansar. Él les avisará cuando sea hora… La hora, cuando no se sabe el final, es siempre una fatiga.

Hora y media más tarde vuelve a preguntar:


FRAY JUAN:

-¿Qué hora es?

CRONISTA:

Fray Pedro, que está junto a la cama, no puede sostener el tiempo con las manos y le contesta:


FRAY PEDRO:

-Son las once y media…


CRONISTA:

El padre Juan pone rostro de alegría y exclama:


FRAY JUAN:

-Ya se va acercando la hora. Llame a los padres.


CRONISTA:

Al poco tiempo entran en la celda catorce o quince religiosos con sus candiles encendidos, que van colocando ordenadamente en los clavillos de la pared.

El padre prior pregunta a fray Juan cómo se encuentra. Y él, asiéndose a la cuerda que pende del pecho, logra incorporarse. Se sienta en la cama y anima:

FRAY JUAN:

-¿Quieren que digamos el salmo De profundis, que estoy muy valiente?


CRONISTA:

Y lo recitan, alternativamente, el enfermo y la comunidad.


FRAY JUAN:

-Desde lo hondo a ti grito, Señor,
Señor escucha mi voz,
Estén tus oídos atentos
A la voz de mi súplica.


COMUNIDAD:

-Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón
Y así infundes respeto.


FRAY JUAN:

-Mi alma espera en el Señor,
Espera en su palabra.
Mi alma aguarda al Señor,
Más que el centinela la aurora.


COMUNIDAD:

-Aguarde Israel al Señor,
Como el centinela la aurora,
Porque del Señor viene la misericordia,
La redención copiosa,
Y él redimirá a Israel
De todos sus delitos.


CRONISTA:

Luego recitan el miserere y el salmo In te , Domine, speravi. Mientras tanto el hermano Francisco, que está a la cabecera de la cama, cree ver un globo luminoso que comienza en el techo de la celda y llega hasta los pies del enfermo, anulando la claridad de las luces de velas y candiles que hay en la habitación.

Una vez recitados los salmos, fray Juan pide al padre prior que le traiga el Santísimo Sacramento, para adorarle y despedirse.

Cuando le tiene delante se desahoga en alabanzas y súplicas que emocionan a los religiosos.

Y exclama:


FRAY JUAN:

-Ya, Señor, no os tengo de volver a ver con los ojos mortales.


CRONISTA:

A través de la fe, fray Juan ya ha vislumbrado a su Dios. Y ha percibido la música callada de aquella fonte que mana y corre…

Él ha bebido de ella. Y ahora no sabe si es agua o que ha vuelto a sus labios el jugo de las granadas.

Sólo queda ya esperar con ansias en instante de saltar a la Vida. Se están quemando ya las telas de la distancia.


(CANTO: La fonte…).


CRONISTA:

Fray Juan vuelve a preguntar, ya sin gemidos:


FRAY JUAN:

-¿Qué hora es?


CRONISTA:

Le dice que aún son las doce.


FRAY JUAN:

-A esa hora estaré yo delante de Dios nuestro Señor celebrando maitines.


CRONISTA:

Los religiosos comienzan a hojear el breviario, un poco aturdidos, buscando la recomendación del alma. El padre prior comienza a leerla. Pero el enfermo advierte la última incomprensión y dulcemente pide:


FRAY JUAN:

-Déjenlo, por amor de Dios, y quiétense. Dígame, padre, de los Cantares, que eso otro no ha menester


CRONISTA:

Y un religioso toma las Sagradas Escrituras como quien levanta un niño hasta los ojos; después, lenta, llorosamente recita:

Mi Amado es apuesto y sonrosado,
Se distingue entre diez mil.
Su cabeza es un lingote de oro puro.
Sus labios son lirios
Y su vientre una talla de marfil
Sus ojos son dos palomas. Dos palomas…

Fray Juan, embelesado, agradece:


FRAY JUAN:

-¡Oh, qué preciosas margaritas!



(CANTO… Cántico Espiritual)


CRONISTA:

Sus ojos son dos palomas, se le oye decir entre susurros. Y un clamor en vivo, apenas entendible:


FRAY JUAN:

-He consumido, Señor, hasta la última gota de la vida. ¿Qué puedo ya decirte que no te haya dicho? ¿Qué perfumes quedarán en mi vaso que en ti no haya derramado?. Nos hemos amado tanto que casi todas las noches terminábamos con los cabellos enredados, tapándonos la boca de los besos. Luego te ibas, antes del amanecer, y yo me quedaba sin tu vientre, sin la sortija de tus dedos, sin el aprieto en el que respiraba… ¿Y esas campanas?


FRAY DIEGO:

-Son las de El Salvador, padre Juan, que se anticipan a la medianoche.


FRAY JUAN:

-¿Dónde tienes las manos, Señor, que las busca mi espíritu?...Que se aparten las sombras de la madrugada, que las campanas callen y cese el llanto de las mariposas. Que las palabras se balanceen en su lengua de mimbre, que en busca del Amado voy… Que voy de vuelo.


FIN

P.V.







11 septiembre, 2009

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO Isaías 50, 5-10; Marcos 8, 27-35










CONSECUENCIAS DE LA FE





Tanto Isaías como Santiago nos reclaman hoy posturas que demuestren la verdad que nos ocupa. Sólo si Dios es el dueño de nuestro corazón y el Espíritu ilumina las oscuridades de la convivencia, se puede "dar la espalda a los que nos golpean" y ofrecer obras de bien que sirvan de resplandor a los que no han salido de la noche todavía. La fe, como el amor, se cumple en el día a día de la vida, en el peregrinaje de las palabras, en la docilidad de los gestos, en la benevolencia de las acciones.


David siempre será más fuerte que Goliat porque entendía de música y poemas, sujetaba en su persona la fortaleza de haber sido elegido y tuvo paciencia y ternura para un rey que se había vuelto loco por no hacer caso a las profecías de Samuel, que le señalaban las direcciones de Dios.


Las obras de la fe son caudales de gracia que despiertan y contagian un porvenir solidario. Ayer vi a un matrimonio joven sonreir después de haber perdido un hijo y entendí que del manzano nacen robustas las manzanas cuando vino a su tiempo el agua de la lluvia.






"QUIÉN DICE LA GENTE QUE SOY"...LA SABIDURÍA DE LO QUE SE IGNORA

"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios"... pero hasta aquel día Pedro no supo que Satanás es también un compañero de viaje sin quererlo. Le faltaban a Pedro --a todos nos siguen faltando-- aprobar las asignaturas del fracaso para reconocernos por fin seguidores del Maestro. A Pedro le gustaba más la gloria del domingo de ramos frente a la cruz del viernes santo, pero la maravilla siempre llega después de haberla conquistado.

Jesús supo, sin embargo, que la respuesta del primer apóstol fue también entonces fruto de la ignorancia: "Quién dice la gente que soy?"... Y no lo sabían. Y no lo sabemos. Somos esa página en blanco que los demás escriben con su tinta sin averiguar demasiado que cada uno lleva su propia escritura, su dolor antiguo, su caligrafía marcada por la mano del misterio.

Nos gustaría saber del todo quién fue Jesucristo, como nos gustaría conocer del todo los enigmas de nosotros mismos, pero cada mañana aparece lo imborrable que llevamos y nos duelan las viejas cicatrices de la ignorancia, que sólo se apagan suficientemente en la medida en que va circulando la sangre nueva de los pequeños descubrimientos.

"Quién dice la gente que soy?"... Y eres --y somos-- esa luz que camina a través de la niebla, ese florecimiento de promesas que poco a poco abre al aire las ventanas del deseo hasta que concluye un saber y se empieza de nuevo.