24 marzo, 2007

DOMINGO V de CUARESMA Isaías 43,16 Juan 8,1


EL NUEVO CAMINO DEL DESIERTO
Isaías, con su delicia acostumbrada, nos revela que Dios está dispuesto a construir en el desierto un camino nuevo y allá. donde hay páramos, nacerán los ríos. "Sólo para sí Dios no es nuevo". Para los demás, Dios se hace sorpresa continua, permanente relámpago con inacabables presencia. Este camino nuevo será el de la misericordia. El que puede escribirse con los dedos en la arena, como Jesús, mientras se alejan los que acusan, que casi siempre suelen ser los más cobardes.
TEJADOS DE VIDRIO
Puede que la vida sea una multitud de piedras que tiramos y que nos tiran los demás con diferentes pretextos, con diferentes olvidos. Escuché una vez a María Dolores Pradera decir que cuando una mujer está sola está solísima. Como esta mujer del evangelio que únicamente la miran para afinar la puntería y acertar con la pedrada, porque ha sido "sorprendida" en adulterio. Me conmueve la palabra "sorprender" sobre el paisaje particular de cada uno.
Pareciera como si lo de menos fuera hacer daño, lo malo es que te sorprendan. Y a todos nos han sorprendido alguna vez haciendo lo indebido.
El mensaje cuaresmal sería que procurásemos vivir sólo una vida, y santa, para que sólo pudiéramos ser sorprendidos en provecho de las murmuraciones, aunque sólo fuera por eso. Y sacándole brillo a la intención, para que a Jesús se le cierren las heridas.

16 marzo, 2007

IV DOMINGO DE CUARESMA Lucas 15,1 ss. El Hijo pródigo



LAS MANOS DEL PADRE

La parábola que mejor descubre las intenciones del Padre Dios sobre nosotros es la del Hijo Pródigo. En ella se perfila la desmesura de un amor que sobrecoge por su fidelidad constante, por su ternura gestualizada, por el respeto que sufre y deja, por una acogida inmerecida y sin límites, por la callada generosidad incalculable...

Esto y más es lo que deja el hijo cuando se aparta. Esto y más es lo que obtiene el hijo cuando regresa.

Los entendidos en arte señalan que en este cuadro del Hijo pródigo, de Rembrandt, las manos del padre, inclinadas al hijo y a la luz, son bien distintas en hechura porque una, con los dedos abiertos, sostiene, aprieta, es mano de hombre; la mano de la izquierda, con los dedos más finos y cerrados, acaricia sosegadamente y más bien parece mano de mujer. Rembrandt señala con ello que Dios es padre y madre a la vez y que tapara con su luz indeclinable los harapos y las heridas de sus hijos.

...Quizá sea necesario a veces perderlo todo para encontrarse en la urgencia de buscar nuevamente el fondo. Allí, siempre, estarán recientes las huellas del padre, que pasea en la intimidad insatisfecha del hijo, sin saber y sabiendo que de él depende el que todo vuelva a ser como fue antes.

ESOS CURAS VIEJITOS QUE NOS PERDONAN

También celebra la Iglesia hoy, vísperas de San José, el día del seminario. A él miramos todos los creyentes con el desasosiego humano de ver cómo se achican los servidores y se agrandan las necesidades. Cada día tenemos más dificultad en encontrar las manos que perdonan, que bendicen, que restauran la amistad perdida con Dios, tan anhelada. Las manos padreymandre de la misericordia. Cada día se oye decir que hay menos curas.

Recuerdo una tarde desapacible en Rosario, de esas tediosas, desangeladas, sin horizonte concreto y sumergido en una triste soledad sin músicas... en tales circunstancias fui a confesarme a una iglesia lejos de la mía, de padres redentoristas. Tan solo y umbroso como yo estaba el templo de tres naves con la únca luz del Sagrario y un cura viejito orando en uno de los bancos del final. Pedí confesión y, al terminar, con parecidas a las manos que pintara Rembrandt al padre de la parábola sobre mi hombro, dijo aquel padre desde su corazón: "Tú no sabes, hijo, hasta qué punto Dios te quiere"... Ciertamente él estaba trasladando la verdad de ese amor con sus manos apretándome el hombro... Cada vez que entro a una iglesia recuerdo aquella escena y me pregunto: qué sería de nosotros sin esos curas viejitos que nos perdonan.

09 marzo, 2007

III DOMINGO DE CUARESMA Éxodo 3,1; LUCAS 13,1-9


LO MEJOR DE NOSOTROS
He querido ilustrar con esta foto del Huerto de los Olivos lo que significa en nuestras vidas la esperanza, los retoños aparecidos, por muy viejos que parezcan los troncos, por muy escasas que se supongan las raíces.
De nosotros, ese árbol plantado por la mano del Padre, Dios espera lo mejor. Ha tenido la lluvia a su tiempo, el abono preciso, la poda necesaria. Es tiempo de frutos. Pero Dios constata --y nosotros también-- que lo mejor de nosotros aún no ha nacido. Aparece Cristo como mediador rogándole al Padre que siga asomándose a las esquinas de la esperanza, al mismo tiempo que nos urge a la conversión, a la búsqueda de la transformación, recordándonos que nunca cambian tanto las cosas como cuando cambia uno mismo.
EL FRUTO COMO SEÑAL
He visto a mi pueblo sufrir, dice el Señor, y ha llegado el tiempo de la liberación. Un pueblo, como el judío que vive en Egipto, desamparado, insignificante, harto de pisar el barro y de comer cebollas... A este pueblo, Dios le envía el mediador Moisés para que intervenga. Una vez libre, el pueblo se olvida de tan inmenso regalo y se prostituye con la idolatría.
El nuevo pueblo, tan insignificante como aquel, esclavizado por la manipulación o la ignorancia, cansado de comer las frituras de la circunstancia. A ese pueblo, a nuestro pueblo, Dios no envía de nuevo a Moisés, sino a su propio Hijo. Y nuevamente se olvida de las referencias del Amor y se acurruca con cualquier fueguecillo que, por pasajero, le inyecta además su propio frío. Jesucristo es ahora quien dilata la paciencia del Padre: "espera un año más". Y a nosotros nos solicita que pongamos empeño en crecer, más que por el fruto que de cada uno Dios aguarda, por el propio regocijo de saber que somos capaces de darlo.

05 marzo, 2007

DOMINGO II DE CUARESMA Génesis 15,5 LUCAS 9,28






A VER SI PUEDES...

Dios sabe que Abrahám confía en Él sin que tenga necesidad de demostrarle nada, sin nada a cambio, más que el eco de la voz divina que resuena en su pecho. Dios, sin embargo, quiere multiplicar su confianza: ¿Ves esa multitud de estrellas?... A ver si puedes contarlas... Así de numerosos serán tus hijos. Igual que las estrellas llevan una lámpara en la mano, así tus hijos llevarán mi gracia permanente en sus ojos.

De tanto mirar abajo, nos llega de vez en cuando la desconfianza. Y decimos: Viendo cómo está la vida, ¿quién nos sucederá en la fe?. La promesa abundante de la multitud de hijos hecha por Dios a Abrahám nos anima a mirar al cielo con más frecuencia hasta que encontremos en las noches del mundo los puntos de luz de la esperanza.


LA LUZ ENSIMISMADA

Pedro, Juan y Santiago, el Monte Tabor, la blanquísima luz en el rostro del Maestro y en sus ropas, el deseo de permanecer así toda la vida, la nube y la voz...son temas, cada uno de ellos, sobre los que podría abrirse un largo pensamiento para la vida.

Como no es tanto el tiempo ni la paciencia, me detengo a considerar que cada uno proyecta sobre los demás la luz que lleva. Y al Señor le correspondió, como Hijo del Altísimo, reflejar la divinidad, detenerla en un punto, blanquear el instante a su manera de Dios para que Pedro, Juan y Santiago conocieran anticipadamente el incendio del amigo. Él pudo hacerlo. Y nosotros, en la medida en que nos acerquemos al resplandor de la oración, dejaremos a un lado y para siempre las puertas cerradas y las sombras.

Hay gentes que nos regalan conocimiento, esperanza, amor y paz, y quisiéramos quedarnos con ellos toda la vida. A éstos, no haría falta preguntarles si están cerca de Jesús: la luz no miente. Por el contrario, tendemos a apartanos de aquellos cuya presencia no nos dice nada. Será porque su corazón no ha permitido que Dios en ellos abra la boca; necesario será, sin embargo, aguardar con ellos ese instante.