28 enero, 2006

DOMINGO CUARTO DEL TIEMPO ORDINARIO Marcos 1, 21-28




PREDICAR CON LA VIDA

El aire lleva la verdad en su primera boca, pero el aire tiene más bocas que necesitan para vivir la vida. La palabra tiene la belleza de la rama y la rama necesita para justificarse, como en este roble, la blanca hermosura de la hoja.

Aquellos letrados y cuantos escuchan a Jesús en la sinagoga se asombran, no de lo que dice, que eso mismo lo han oído decir mil veces, sino de cómo lo dice, cómo lleva en el gesto la convicción del que cumple. Decíamos el domingo pasado que esa era una de las razones por las que Santiago, Juan y Andrés dejaron todo para seguirle.

La autoridad sólo puede ser admirada y seguida cuando se vive la verdad y el amor antes de las palabras. Quizá nosotros, sacerdotes y pueblo cristiano, hayamos puesto los bueyes detrás del carro, y las gentes puede que nos reconozcan como predicadores vacíos, sofocados porque el mundo no desarrolla el ejemplo que debiéramos darle y en el que Jesús es el maestro.


EL DESALOJO DE LOS DAÑOS

Entre la multitud, un endemoniado reclama atención y preferencia ante la figura de aquel que habla con autoridad. Cuando no se tiene nada que ofrecer sólo se ofrecen los gritos, los insultos como una manera de intentar que cicatricen las grietas de la verdad. Poco a poco este demonio del evangelio desaparece al escuchar los pasos del que llega con la seriedad redentora en su persona: trae en su mano las frutas a tiempo del amor encendido. Ante la presencia de Jesucristo el demonio se deshace como la nieve ante el beso.

Nuestros demonios se han disfrazado, a veces de progresos que traen la sexualidad como una inocua manera de entenderse; a veces de disparatado consumismo enmarañado en mil necesidades; a veces de excesivas tareas que no dejan tiempo para la contemplación, no vaya a ser que en ese silencio descubramos a Cristo y se vayan al demonio los demonios.

Que llegue esta mañana Jesús a nuestra vida como el aire, en una multitud de gasas habitadas. Que su luz destroce en nuestros ojos ese laberinto de sombras que es el tiempo.

21 enero, 2006

DOMINGO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO. Marcos 1,14-20



JESUCRISTO DA LA CARA

Jesús no se esconde detrás de una máscara como los dioses paganos, se muestra como es. Hoy tiene la cara triste porque han arrestado a Juan, su precursor, su amigo. En otras ocasiones tendrá llanto en la cara por la ausencia de otro amigo. Cara pondrá de gozo al sentirse bañado por lágrimas de penitencia. El rostro de Dios en Jesucristo adopta las formas de la duda, del amor, de la alegría. Los vaivenes del corazón sostienen la hermosura de su rostro y humanizan la Verdad que trae con gestos espontáneos, con muecas que el alma aprende sola en la soledad de las noches.

Me entusiasma seguir a Jesús y adivinar lo que está diciendo por "cómo" lo está diciendo. El rostro es el mejor diccionario de palabras calladas: en él se esculpe el sufrimiento o el miedo, la pobreza o la segura abundacia, el amor perdido o el amor encontrado. Algunas mañanas en la oración he retenido sus "ojos deseados" que me sirven para escribir un nuevo evangelio de miradas, de óvalos, de intenciones que asoman a su rostro. Un rostro de Jesús al parecer dolido este domingo porque han metido en la cárcel --y con qué destino-- al que saltó de alegría en el vientre de su madre por la visita de la Virgen... y es que también se pueden ver las caras desde dentro.

PESCADORES DE HOMBRES

Seguramente puso Jesús cara de consuelo al descubrir que Simón y Andrés, y los que luego se sumarían, dejaron las redes y la vida por las nueva vida que se les abría en el rostro seguro de Jesús. Y se echaron al mar de los oleajes imprevistos y de las aguas frías, al mar de las tempestades y cansancios.

Hasta que les vino la luz y el fuego del Espíritu Santo, aquellos hombres estaban únicamente recogidos a la intemperie de una mirada.

Fueron valientes. Ellos, acostumbrados a la red, se arrojaron sin redes al abismo. Se fiaron y ya nunca nadie pudo quitarles su alegría... que la daba Jesús como el mundo no podía darla.

Da la impresión hoy de que nuestros mares ya sólo aguardan pescas milagrosas. Pescar hombres que han encontrado dulce sopor en estas aguas, es tarea complicada y cansina, sobre todo cuando nos amenece un día y otro con las redes vacías. Para pescar un joven dispuesto a compartir los sacramentos, hay que ponerle candiles a la noche... Sin embargo, es el mismo hoy el rostro convencido de Jesús, nuestras redes-ocupaciones siguen siendo las mismas, idénticas son las tormentas y las aguas... Las mismas deben ser nuestras ganas y nuestras esperanzas. El mensaje no puede ser mejorado. Ni el dulce rostro de Dios, tampoco.

14 enero, 2006

DOMINGO SEGUNDO TIEMPO ORDINARIO 1 Sam. 3,3b ; Juan 1,35-42


LAS VOCES Y LOS ECOS

En la noche, con la lámpara del Santuario encendida, Samuel escucha que una voz le llama. Cree que es la de Elí, a quien sirve, pero Elí no le ha llamado... Así una y otra vez hasta que, advertido, Samuel contesta: Aquí estoy (igual que la Virgen) para hacer tu voluntad.

Con sus poemas, don Antonio Machado, enseñaba a distinguir las voces de los ecos. Desde las voces, se nos llama por el nombre, se nos distingue dándonos un destino, al mismo tiempo que sentimos el amor en la palabra. En los ecos, sin embargo, vemos un mensaje común, una advertencia colectiva, nada que pueda cautivarnos, ningún aprecio por el que merezca la pena comenzar.

Las voces llegan susurrantes, como duendes de la noche. Las voces no se cansan de decir tu nombre con la sola intención de que escuchemos la misma palabra con distinto sonido. Samuel, Diego, María... y uno cree que esas son las palabras del sueño, hasta que te despiertan y comprobamos que la noche no habla, que ha de ser alguna garganta que reclama tu lengua para decirse. Dios nos despierta cuando más dormidos estamos para que podamos escuchar con Él la conversación de todas las estrellas.





VENID Y LO VERÉIS

Porque la Iglesia es eso: la suma de todas las conversaciones que tenemos a la noche con el Señor.

Cuando dos discípulos rezagados siguen al Maestro sin decirle aún lo que querían, Jesús los despierta con su pregunta: "Qué queréis". ¿Dónde vives, Señor?. Venid y lo veréis...

Porque Él no vive en ningún sitio concreto, Él vive en la Palabra. Jesús es voz que va de acá para allá, abriéndose paso con el sonido de su doctrina. En vano pueden buscarse explicaciones para definir a Aquel que es huella de viento sobre los labios y que deja sed, mucha más sed, cada vez que se posa.

¿Dónde vives?. Jesús vive en el deseo de una luz que está por encenderse dentro. Vive en la raíz y al mismo tiempo es rama, hoja y ojos para mirar a Cefas y decirle: "De ahora en adelante te vas a llamar Pedro", porque no se puede tener de antiguo ni siquiera el nombre, después de haberme conocido. "Venid y lo veréis" y, callando, gritaréis conmigo que no hay palabras para cantar el gozo de habernos descubierto.

06 enero, 2006

EL BAUTISMO DEL SEÑOR Marcos 1,6b-11

EL AGUA

Los signos se han encarnado en nuestra vida de tal manera que sin ellos se ha convertido en muda nuestra relación.

El agua significa, entre otras cosas, la vida, la libertad y la limpieza. Para Juan de la Cruz significa también la Eucaristía: "Que bien se yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche".

Cuando Jesús se hace hombre, quiere participar de todas las señales humanas trayendo Él la vida toda (Yo soy el camino, la verdad y la vida); sintiéndose libre, liberado y liberador, como fueron liberadoras las aguas del mar Rojo para que alcanzasen los hebreos la tierra prometida. Y también quiere Jesús mostrarse lavado, al ser por una parte hombre, hijo

Bautismo de Jesús. Peruggino

de su Historia y continuador, en lo visible, del barro de la carne. Aunque, al bautizarse Cristo es como si el agua se lavara a sí misma.

CUANDO LOS CIELOS SE ABREN

La Trinidad entera quiere hacer acto de presencia para acompañar a Cristo un su tarea redentora. El Padre y el Espíritu no van a suplir el trabajo de Cristo, compromiso de los Tres Juntos, van a acompañarlo.

Esa debiera ser la garantía de nuestra fe: saber que cada uno ha de recorrer su trayecto en este mundo sin ser "sustituídos", sino siendo acompañados, fortalecidos por un Dios que también nos llama amados para que tenga sentido nuestra misión.

Muchas de las depresiones que enturbian nuestras convivencias son fruto de no sentirse valorados, fortalecidos, amados en la misión que les ha correspondido. Sólo cuando el amor es un certeza en nuestra andadura tenemos voluntad y gozo en cantinuar lo emprendido. "Este es mi hijo, el Amado"... y Cristo sabe por eso que su cruz no será una soledad comprometida, sino una desembocadura acompañada.

EPIFANÍA DEL SEÑOR Mateo 2, 1-12


La tradicional y entrañable fiesta de los Reyes deja en nuestra alegría de cada año, al menos, tres lámparas encendidas que desembocan en tres consideraciones: Búsqueda, encuentro y regalo.


BÚSQUEDA

Los magos sufrían de oscuridad y, sin embargo, se asomaban cada noche a esa misma oscuridad aguardando no se sabe bien qué estrella.

Tenían conciencia y dolor de que les faltaba una luz y no dudaron en dejarlo todo para salir a buscarla: caminos desconocidos, fatigosos extravíos, cansancio y duermevelas... pero a ellos les faltaba Dios y no estaban dispuestos a quedarse en la noche.

..."Buscando mis amores iré por esos montes y riberas" va a escribir, dolido también de ausencia, fray Juan de la Cruz. Adónde te escondiste, Amor, Amado mío de la noche oscura.

Salgamos en busca de Jesús como si todo en nosotros fuera madrugada y tengamos fe en que aquello que dejemos será un carbón apagado si lo comparamos con el ascua de su estrella.


ENCUENTRO

Para encontrarse de lleno con Jesús hacen falta dos cosas: ansias y un adecuado traje de bodas.

Las ansias vienen solas después de atravesar el desierto sin palmeras de nuestro camino. Las ansias son las heridas de la luz antes de que amanezca, como ocurre en el cielo mientras nace la aurora.

El traje de bodas tiene cada mañana su pespunte y su dolor, porque las agujas y los hilos son las virtudes empeñadas en ajustarse al talle de la divinidad y en pugna con los deseos que prefieren un adormecimiento de vinos. Estaremos probándonos el traje toda esta vida hasta que el sabroso cansancio del amor se ciña a la figura que siempre deseamos.


REGALO

El mejor obsequio que hoy nos pueden dejar los Reyes sobre el lomo de nuestros zapatos, es el de una inteligencia suficiente que nos permita ser continuamente regalo para los demás. Cristo, viniendo, nos ha traído el regalo de la vida. Nosotros, llegando, también podemos regalar la compañía.

Y si me permitís, os aconsejo que regaléis a vuestros hijos, además de tantos artefactos, más horas de vuestro tiempo y más amor en vuestro matrimonio, de cuya existencia nadie duda, sólo dudamos alguna vez de las ganas para hacerlo visible.